martes, 17 de febrero de 2015

LOS REMEDIOS DE LA ABUELA

La semana pasada tuve a la mediana mala. Tenía una tos rebelde que no la dejaba casi ni dormir y la machacaba el resto del día. Ella, muy terca, se empeñaba en ir a clase, pero creo que poco provecho pudo sacar esos días porque seguro que la tos no la dejaba ni oir a su profesora. Yo la estuve dando esos días un jarabe de la farmacia que promete ser la panacea contra la tos seca, pero no conseguía que cediese ni un ápice. Así que fue David el que tomó cartas en el asunto. Puso una noche una cazuela de agua hirviendo en la habitación de los niños con un montón de hojas de eucalipto y la encerró allí a tomar vahos. Mano de Santo. A la mañana siguiente la tos casi había desaparecido. Yo tenía una habitación llena de condensación por todas las superficies, una gata loca por entrar al olor del eucalipto y una niña prácticamente curada. Y he perdido la fe en el jarabe antitusivo que tan escasos resultados me ha dado. A partir de ahora, al menor síntoma de tos, hojas de eucalipto al canto.

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