domingo, 28 de marzo de 2010

SOBRE LOS HIJOS...

Para que nos hagamos una idea de lo que va a ser nuestro futuro con esos adorables bebés que ahora pasan la mayor parte del tiempo durmiendo. José Mota lo tiene muy claro en esta canción. Dentro de un tiempo veré si estoy de acuerdo con él o no. De momento me he reído un montón y por eso lo pongo aquí, para que vosotros os riáis un poco también, que la risa es muy sana.

domingo, 21 de marzo de 2010

EL PAPEL DE UN PADRE

Esta semana ha sido el día del padre, una ocasión en la que se celebra la festividad del que se dice que no fue padre, San José. Pero en días así te das cuenta de como han cambiado las cosas y de la importancia que han tomado los padres en la crianza de los hijos. Confesado por mi padre y por mi suegro, ninguno de los dos nos dio ni a David ni a mí (ni tampoco a mi hermano ni a mi cuñada) un triste biberón en nuestra etapa de bebés, mucho menos nos cambiaron un pañal. En cambio ahora David colabora en todas las actividades con las niñas de tal manera que solo le falta darle el pecho a Ana (cosa que por razones fisiológicas tiene un poco difícil). Las cambia el pañal, las viste, las baña, da de comer a Alicia, juega con ella y la consuela cuando está triste. Con esto no quiero decir que antes nuestros padres no se preocupasen de nosotros, que lo hacían y lo siguen haciendo, pero todos los cuidados básicos quedaban en manos de nuestras madres mientras ellos trabajaban de sol a sol para alimentarnos y procurarnos un techo sobre nuestras cabezas. David también lo hace (lo de trabajar de sol a sol, y esto es literal) pero además encuentra tiempo, sobre todo los fines de semana para ocuparse de las peques, sobre todo de Alicia, que gracias a él no ha notado el "destronamiento" que me pronosticaba mucha gente. Ana me tiene muy liada, ya que lo que ella ha entendido como lactancia a demanda es querer comer a todas horas, y claro, se me hace un poco complicado atender todas las demandas de Alicia cuando ella quiere. Pero ahí está David, que por cansado que esté siempre tiene un rato para dedicarle a sus hijas. Y seguro que él no quiere más recompensa que la alegría con la que la mayor le recibe cada noche cuando vuelve a casa. Seguro.

jueves, 11 de marzo de 2010

NEONATOLOGIA

No todo fue como esperábamos cuando nació Ana. Nos llevamos un buen susto con ella la segunda noche cuando sufrió lo que el pediatra diagnosticó como una crisis cianótica. A eso de la una y algo de la madrugada ya del martes, medio dormida la oigo que empieza a despertarse. Ya la iba a coger para darla de comer cuando la oí regurgitar algo. Como ya la había pasado otra vez no me preocupé y me incorporé en la cama para limpiarla. Ahí ya me llevé uno de los mayores sustos de mi vida, cuando me di cuenta de que no podía respirar y estaba sufriendo convulsiones. Empecé a llamar a David, que dormía en una de las sillas para que avisase inmediatamente a una enfermera. De lo que me di cuenta después es que le estaba llamando en voz más o menos baja, procurando no despertar a mi compañera de habitación, y claro, con ese tono tuve que llamarle dos o tres veces para que me oyese. Aun así le di un buen susto a él también, al despertarle tan de golpe, y al principio le costó reaccionar. Fue al final la suegra de mi compañera, que estaba despierta, la que salió corriendo de la habitación llamando a gritos a la enfermera. Debo reconocer que la atención fue inmediata. Tres enfermeras llegaron volando y cogieron a Ana, que en ese momento empezó a llorar, recuperando el ritmo respiratorio. Se la llevaron al nido, donde en poco tiempo la estaban haciendo un lavado gástrico y despejando sus vías respiratorias. Ya volvía a tener su color normal y respiraba bien, pero las enfermeras llamaron al pediatra de guardia, que subió a los pocos minutos y decidió ingresarla en neonatología (la UCI de los recién nacidos) por precaución. Allí estuvo hasta las siete de la tarde del miércoles y le hicieron un montón de pruebas que normalmente no se les hacen a los bebés al nacer. Como decimos en casa, la hicieron una ITV completa y como todo dio bien, nos hemos quedado tranquilos respecto a su salud.
En neonatología el acceso es bastante restrictivo. Hay unos horarios de visita muy cortos para los padres y aun más para otros parientes (un familiar o un amigo solo puede entrar durante 10 minutos a una hora determinada, acompañado de uno de los padres, una sola visita al día). El único acceso un poco más "libre" es para las madres, cada tres horas a partir de las nueve de la mañana y para darles el pecho únicamente. Allí tienen a todos los prematuros, bebés que nacen muy pronto y necesitan atención constante y cuidados especiales. Ana era la única ingresada ajena a ese motivo, y la que menos tiempo iba a estar de todos ellos. En el momento de ingresar ella, había otros catorce bebés allí y la noche siguiente ingresó otro más. Tienen a bastante personal trabajando (en alguno de los turnos contabilicé siete enfermeras, y dos pediatras) pero lo vi normal, ya que son niños que en cualquier momento pueden sufrir algún fallo en el organismo y no se pueden despistar. Hubo un turno en el que, por la razón que fuera, solo estaban cuatro en una sala y una enfermera sola con los tres que eran "grandes prematuros" en otra sala. No daban abasto (solo dar de comer a algunos de esos chiquitines puede llevar más de media hora, ya que aun no tienen el reflejo de tragar) y tuvieron que pedir a otras secciones que les enviasen refuerzos.
Pude charlar con otras madres, mujeres que llevaban yendo a esa sala semanas para estar con sus hijos y que probablemente aun les quedasen semanas, o incluso meses, antes de poder llevárselos a casa. La paciencia y la resignación de la que hacían gala me hicieron darme cuenta de la suerte que tenía yo. Mi hija estuvo solo un par de días allí y por precaución. Tiene que ser muy duro tener que acudir día a día al Hospital y solo poder estar con tu hijo unas pocas horas al día, tener que sacarte la leche con un extractor en vez de podérsela dar tú misma y tener que marcharte cada noche dejándolo en manos ajenas en vez de tenerlo a tu lado. Y que conste, las enfermeras que trabajan allí son muy cariñosas con los niños,además de eficientes. Pero lo que tú quieres es estar en casa con tu hijo.
El miércoles, como ya me habían dado el alta el día anterior, me lo pasé rondando por el Hospital desde las nueve de la mañana, yendo cada tres horas a darla de comer y cambiarla. El resto del tiempo tuve la "suerte" (llamémosla así) de que un amigo de toda la vida de mis padres estaba ingresado para unas pruebas y que con él estaban su mujer y sus hijas, con las que mi hermano y yo nos hemos prácticamente criado. Así que el resto del tiempo se me fue bastante rápido charlando con ellos en la habitación donde estaba ingresado este amigo o en la cafetería con sus hijas. Ya por la tarde, entre las tres y media que dejé a Ana comida y limpia y la siguiente toma a las seis, aproveché para acercarme al taller de mi padre a recoger una cosa que necesitaba y a hacer algo de compra. Y a eso de las siete ya tenía a mi peque conmigo, vestida y preparada para irnos a casa.
No salió todo igual que con Alicia, pero al menos todo salió bien, que al final es lo que importa.

miércoles, 10 de marzo de 2010

EL PARTO DE ANA

Nació el día 14 de Febrero, justo cuando salía de cuentas, y eso que el día anterior en el registro me habían dicho que el tema estaba muy verde y que me lo tomase con calma. Pues menos mal, porque si me llega la ginecóloga a decir que la cosa estaba a punto, seguro que se me cae allí mismo, en la sala de registro.
Y fue en esa misma sala donde al día siguiente di a luz. En un parto rápido y sin complicaciones. La verdad es que después de la experiencia con Alicia no me esperaba que este fuera con tanta rapidez, ya que Ali se demoró más de 36 horas desde que empezaron las primeras contracciones. Aquí casi ni me dio tiempo a hacerme a la idea. A las siete de la mañana, cuando me levanté al baño, tuve la primera contracción y muy poco después la siguieron una segunda, y una tercera, y una cuarta... tan seguidas que me quedé un poco extrañada. Me vine al ordenador, más que nada para tener un reloj a la vista, y pude comprobar que las contracciones eran cada tres minutos. Sobre las siete y media o así se despertó Alicia y David la sacó de la cuna y me la pasó para que la diera el desayuno.
-No te duermas demasiado, que me parece que esto ya está en marcha.
-¿Ya? Pero si ayer te dijeron que todavía no.
-Pues tengo contracciones cada tres minutos, así que esto va rápido.
Y vaya que si fue rápido. La mañana se me hizo corta, en lo que terminé de preparar las cosas de Alicia y de meter en la bolsa del Hospital lo último que me faltaba. Los padres de David pasaron a por su nieta a eso de las once, pero no logré convencer a David de que nos fuésemos al Hospital hasta cerca de la una. El solo decía que había tiempo y que recordase con Alicia, que me mandaron de vuelta a casa cuando yo ya creía estar de parto. Yo solo le dije varias veces que quería irme ya, pero cuando me daban las contracciones pensaba unas cosas muy poco recomendables de escribir sobre un marido, sobre todo cuando le veía a él con esa calma. En el último momento todavía me dijo de recoger la ropa tendida, y creo que ahí ya me cabreé y le dije con firmeza que nos fuésemos YA. Y menos mal, porque para cuando llegamos al Río Hortega yo ya estaba de cuatro centímetros. En algún momento, antes de que me confirmasen que ya estaba de parto, le dije a David que si tal como me encontraba me enviaban de vuelta a casa con la otra vez me iba a echar a llorar. Por suerte no fue así, y poco después ya estaba en la sala de dilatación.
Una cosa hay que reconocerle al nuevo Hospital, y es que creo que han mejorado mucho las cosas al menos en este tema. David no tuvo que moverse de mi lado (solo salió una vez de la sala, cuando vino la anestesista) y el lugar era mucho más agradable que la pequeña sala de dilatación en la que estuve la primera vez, con amplios ventanales y sillas cómodas para el padre.
Pedí la epidural, que solo me hizo efecto cosa de una hora o así, por lo que me imagino que serían las cuatro menos diez o por ahí, cuando la matrona, tras comprobar que ya estaba prácticamente dilatada, me dio dos opciones:
-Esto ya casi está. ¿Tú tienes ganas de empujar? Porque podemos llamar de nuevo al anestesista o si te pones, en unos minutos ya ha nacido.
Yo no tenía ningunas ganas, pero menos ganas tenía de un nuevo pinchazo, y más de ese tipo, así que dije que quería intentarlo.
No tuvieron que moverme de la sala. Allí mismo la matrona y una enfermera empezaron a prepararlo todo y unos segundo habían convertido mi cama en uno de esos potros con estribos, simplemente sacando algunos de los cojines y extrayendo los estribos de debajo de la cama. La verdad es que se agradece que un momento así no te muevan. Bastante es la molestia que se tiene como para encima cambiarte de la cama a una camilla y de esta camilla al potro del paritorio como me tocó la otra vez. Y David no tuvo que ponerse ni bata, ni gorro ni patucos.
Esta vez no fueron tres empujones, como con Alicia, más bien serían seis o siete bastante forzados, pero a las cuatro y diez de la tarde nació Ana. Lo más bonito para mí de ese momento fue sentirla pasar por el canal de parto. Gracias a que la epidural ya no me hacía efecto pude saber que estaba naciendo, sensación que me perdí con Alicia. Y en ese mismo momento, cuando ya pasó el dolor, lo que sentí fue una gran felicidad, sobre todo cuando la escuché llorar por primera vez.
Me la pusieron encima inmediatamente, piel con piel, así tal cual había salido (cubierta de sangre, todo hay que decirlo) como recomienda la OMS, y con ella me quedé un rato mientras la matrona ayudaba a salir la placenta. Nos ofreció verla y nosotros aceptamos. Tal y como la describió David más tarde, la placenta es "como una bolsa del carrefour pero más grande y de apariencia más fuerte y transparente". No sé si será una analogía muy válida, pero es con la que nos hemos quedado. En ese momento no la sacamos parecido con nadie, y menos con su hermana. Pero la matrona dijo allí que salía al padre y parece que el tiempo la va a dar la razón, porque a mí hay ciertos detalles que me recuerdan a su hermana Cristina y por tener, tiene hasta el mismo grupo sanguíneo de David (Alicia es mía hasta en ese detalle).
El resto ya fue rápido. Me dieron unos puntos para coserme un pequeño desgarro (no me tuvieron que hacer episiotomía, menos mal) y me devolvieron a Ana, ya limpia, para llevarnos a la habitación. A la hora u hora y media más o menos yo ya estaba levantada y aunque cansada, me encontraba fenomenal. Vamos, que si me dicen de marcharnos a casa ese mismo día, a lo mejor hubiera aceptado y todo (bueno, no lo sé, eso de que por un par de días te lo den todo hecho...:-)
Así fue más o menos. En nueve horas. Que largas se hacen en esos momentos y que rápido se pasó todo cuando lo ves en la distancia.

domingo, 7 de marzo de 2010

Three of a kind


Marisa, Alicia Ana

AHORA YA ESTAMOS SOLAS

Bueno, no del todo. Pero el caso es que David empezó ya a trabajar el Martes pasado así que se puede decir que he vivido mi primera semana a solas con las niñas. No me ha resultado fácil, pero no es imposible de superar. He logrado sacar tiempo incluso para poner algo de orden (no mucho:-) en casa y para visitar a los abuelos, ir al parque, hacer la compra y volver a clase de corte y confección. La verdad es que creo que podré con "ello" antes de que "ello" pueda conmigo. Y eso que Ana me tiene medio esclavizada. Es una pequeña tragoncilla que no hace más que reclamar su parte de comida a cada rato, y como la lactancia es a demanda, pues no me queda otra que obedecer. Me paso el día pegada a una botella (de agua, no penséis mal) y cruzando los dedos para que duerma algún ratillo que otro y me deje "recargar". Menos mal que Alicia se está portando bastante bien. Obedece bastante a menudo (no siempre, pero no se puede pedir todo) y parece encantada con la idea de tener a la pequeña en casa. Ojala se mantenga así siempre (ya veremos cuando Ana empiece a querer coger sus juguetes).