miércoles, 10 de marzo de 2010

EL PARTO DE ANA

Nació el día 14 de Febrero, justo cuando salía de cuentas, y eso que el día anterior en el registro me habían dicho que el tema estaba muy verde y que me lo tomase con calma. Pues menos mal, porque si me llega la ginecóloga a decir que la cosa estaba a punto, seguro que se me cae allí mismo, en la sala de registro.
Y fue en esa misma sala donde al día siguiente di a luz. En un parto rápido y sin complicaciones. La verdad es que después de la experiencia con Alicia no me esperaba que este fuera con tanta rapidez, ya que Ali se demoró más de 36 horas desde que empezaron las primeras contracciones. Aquí casi ni me dio tiempo a hacerme a la idea. A las siete de la mañana, cuando me levanté al baño, tuve la primera contracción y muy poco después la siguieron una segunda, y una tercera, y una cuarta... tan seguidas que me quedé un poco extrañada. Me vine al ordenador, más que nada para tener un reloj a la vista, y pude comprobar que las contracciones eran cada tres minutos. Sobre las siete y media o así se despertó Alicia y David la sacó de la cuna y me la pasó para que la diera el desayuno.
-No te duermas demasiado, que me parece que esto ya está en marcha.
-¿Ya? Pero si ayer te dijeron que todavía no.
-Pues tengo contracciones cada tres minutos, así que esto va rápido.
Y vaya que si fue rápido. La mañana se me hizo corta, en lo que terminé de preparar las cosas de Alicia y de meter en la bolsa del Hospital lo último que me faltaba. Los padres de David pasaron a por su nieta a eso de las once, pero no logré convencer a David de que nos fuésemos al Hospital hasta cerca de la una. El solo decía que había tiempo y que recordase con Alicia, que me mandaron de vuelta a casa cuando yo ya creía estar de parto. Yo solo le dije varias veces que quería irme ya, pero cuando me daban las contracciones pensaba unas cosas muy poco recomendables de escribir sobre un marido, sobre todo cuando le veía a él con esa calma. En el último momento todavía me dijo de recoger la ropa tendida, y creo que ahí ya me cabreé y le dije con firmeza que nos fuésemos YA. Y menos mal, porque para cuando llegamos al Río Hortega yo ya estaba de cuatro centímetros. En algún momento, antes de que me confirmasen que ya estaba de parto, le dije a David que si tal como me encontraba me enviaban de vuelta a casa con la otra vez me iba a echar a llorar. Por suerte no fue así, y poco después ya estaba en la sala de dilatación.
Una cosa hay que reconocerle al nuevo Hospital, y es que creo que han mejorado mucho las cosas al menos en este tema. David no tuvo que moverse de mi lado (solo salió una vez de la sala, cuando vino la anestesista) y el lugar era mucho más agradable que la pequeña sala de dilatación en la que estuve la primera vez, con amplios ventanales y sillas cómodas para el padre.
Pedí la epidural, que solo me hizo efecto cosa de una hora o así, por lo que me imagino que serían las cuatro menos diez o por ahí, cuando la matrona, tras comprobar que ya estaba prácticamente dilatada, me dio dos opciones:
-Esto ya casi está. ¿Tú tienes ganas de empujar? Porque podemos llamar de nuevo al anestesista o si te pones, en unos minutos ya ha nacido.
Yo no tenía ningunas ganas, pero menos ganas tenía de un nuevo pinchazo, y más de ese tipo, así que dije que quería intentarlo.
No tuvieron que moverme de la sala. Allí mismo la matrona y una enfermera empezaron a prepararlo todo y unos segundo habían convertido mi cama en uno de esos potros con estribos, simplemente sacando algunos de los cojines y extrayendo los estribos de debajo de la cama. La verdad es que se agradece que un momento así no te muevan. Bastante es la molestia que se tiene como para encima cambiarte de la cama a una camilla y de esta camilla al potro del paritorio como me tocó la otra vez. Y David no tuvo que ponerse ni bata, ni gorro ni patucos.
Esta vez no fueron tres empujones, como con Alicia, más bien serían seis o siete bastante forzados, pero a las cuatro y diez de la tarde nació Ana. Lo más bonito para mí de ese momento fue sentirla pasar por el canal de parto. Gracias a que la epidural ya no me hacía efecto pude saber que estaba naciendo, sensación que me perdí con Alicia. Y en ese mismo momento, cuando ya pasó el dolor, lo que sentí fue una gran felicidad, sobre todo cuando la escuché llorar por primera vez.
Me la pusieron encima inmediatamente, piel con piel, así tal cual había salido (cubierta de sangre, todo hay que decirlo) como recomienda la OMS, y con ella me quedé un rato mientras la matrona ayudaba a salir la placenta. Nos ofreció verla y nosotros aceptamos. Tal y como la describió David más tarde, la placenta es "como una bolsa del carrefour pero más grande y de apariencia más fuerte y transparente". No sé si será una analogía muy válida, pero es con la que nos hemos quedado. En ese momento no la sacamos parecido con nadie, y menos con su hermana. Pero la matrona dijo allí que salía al padre y parece que el tiempo la va a dar la razón, porque a mí hay ciertos detalles que me recuerdan a su hermana Cristina y por tener, tiene hasta el mismo grupo sanguíneo de David (Alicia es mía hasta en ese detalle).
El resto ya fue rápido. Me dieron unos puntos para coserme un pequeño desgarro (no me tuvieron que hacer episiotomía, menos mal) y me devolvieron a Ana, ya limpia, para llevarnos a la habitación. A la hora u hora y media más o menos yo ya estaba levantada y aunque cansada, me encontraba fenomenal. Vamos, que si me dicen de marcharnos a casa ese mismo día, a lo mejor hubiera aceptado y todo (bueno, no lo sé, eso de que por un par de días te lo den todo hecho...:-)
Así fue más o menos. En nueve horas. Que largas se hacen en esos momentos y que rápido se pasó todo cuando lo ves en la distancia.

1 comentario:

Straja dijo...

Qué relato más bonito. Y qué bien que las cosas fueran tan bien, me alegro mucho por tí.

La verdad es que las instalaciones del hospital son una gozada. Yo no conozco otras porque fue mi primer parto, pero la verdad es que me sentí muy a gusto en ellas.

Besotes